martes, 27 de octubre de 2009

LA PINTURA DEL QUATROCCENTO

El primer gran pintor del renacimiento italiano fue Masaccio, creador de un nuevo concepto de naturalismo y expresividad en las figuras, así como de la perspectiva lineal y aérea. Su pintura es realista, sobria y claramente definida, y se adelanta en casi cien años a la maniera grande de los pintores del siglo XVI. A pesar de que tuvo una carrera corta (murió a la edad de 27 años) la obra de Masaccio tuvo una enorme repercusión en el curso del arte posterior. Los frescos (c. 1427) que representan episodios de la vida de san Pedro pintados para la capilla Brancacci en la iglesia de Santa Maria del Carmine en Florencia, muestran el carácter revolucionario de su obra, sobre todo en lo que se refiere al empleo de la luz. En una de las escenas más famosas, El tributo de la moneda, Masaccio reviste las figuras de Cristo y de los apóstoles con un nuevo sentido de dignidad, monumentalidad y refinamiento. Los frescos de la capilla Brancacci sirvieron de inspiración a pintores posteriores, entre ellos el propio Miguel Ángel. En el fresco de la Santísima Trinidad (c. 1420-1425, Santa Maria Novella, Florencia) Masaccio, aplicando algunos de los descubrimientos de Brunelleschi relativos a la perspectiva lineal, creó por primera vez la ilusión espacial.

La dirección que marcó Masaccio fue seguida por contemporáneos suyos como Paolo Uccello, quien imprimió más potencia a la perspectiva lineal. Entre sus mejores obras destacan las tres versiones que realizó de la Batalla de san Romano, realizadas a fines de 1456 para el palacio Medici en Florencia, en las cuales las figuras muestran bruscos escorzos. Estas obras se hallan en la Galería de los Uffizi (Florencia); National Gallery (Londres) y el Louvre (París). También pintó un gran fresco (1436, catedral de Florencia) que simula un monumento ecuestre en bronce, un medio con precedentes romanos y que resurgió en las esculturas exentas de Donatello.

Otro maestro del mismo periodo es Fra Angelico, fraile dominico cuyo estilo refinado alterna con formas aún incipientes del nuevo renacimiento resueltas con un delicado tratamiento del color. Su obra se caracteriza por su dulce y elegante espiritualidad religiosa que, aún siendo de espíritu medieval, se reviste de formas renacentistas, como refleja en sus anunciaciones (La Anunciación, 1430-1432, Museo del Prado, Madrid). Fra Angelico fue especialmente innovador en la representación de paisajes. Su obra incluye una serie de frescos pintados en los años 1430 y 1440 ayudado por sus compañeros dominicos en el convento de San Marco en Florencia.

Florencia fue el epicentro del renacimiento artístico de Italia, aunque otras regiones sirvieron también de escenario de importantes maestros a lo largo de este periodo. Pisanello, natural de Verona, trabajó para varios de los pequeños ducados como el de los Gonzaga en Mantua o el de Este en Ferrara. Poseía un alto refinamiento en su estilo más lírico y más fluido que Masaccio. Entre sus realizaciones se encuentran la serie de medallas de retratos en bronce, muy cotizadas entre sus mecenas aristocráticos.

Jacopo Bellini es considerado unánimemente como el introductor del renacimiento en Venecia, que más tarde se transformó en el centro artístico rival de Florencia. Aunque nos quedan pocas obras de él, se conservan sus dibujos, considerados únicos por su número y por su complejidad. Jacopo fue el padre de dos maestros del renacimiento, Gentile y Giovanni Bellini, y suegro de otro de ellos, Andrea Mantegna.

El arte del quattrocento se resume en gran medida por medio del trabajo del humanista y latinista Leon Battista Alberti, que se formó en el norte de Italia después de que su familia fuera expulsada de Florencia. Tuvo una experiencia directa con la pintura y con la escultura y también fue un ingenioso arquitecto. Su arquitectura se caracteriza por el modo riguroso de componer los elementos clásicos, proporcionando una base racional a la nueva concepción del espacio y del edificio. Entre sus diseños más sugerentes se encuentra la fachada de Santa Maria Novella en Florencia, terminada en el año 1458, en donde Alberti desarrolló el sistema de fachada aplanada, de amplia repercusión posterior. También diseñó varias iglesias como la de Sant´Andrea en Mantua (terminada en el año 1494). De igual importancia que sus construcciones son sus escritos teóricos sobre pintura, escultura y arquitectura. Prolífico escritor, en sus libros, Alberti sintetizó todas las innovaciones de sus contemporáneos e incluyó también algunos ejemplos de la antigüedad. Destaca su tratado sobre arquitectura titulado De Re Aedificatoria (1453-1485). Como resultado de sus escritos, las nuevas ideas fueron difundidas dentro y fuera de Italia. Dedicó su libro Della Pittura (1436) a Brunelleschi, así como a Ghiberti, Donatello, Luca della Robbia y Masaccio.

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